miércoles, 21 de abril de 2010

tarea cumplida

A lo lejos vislumbré la puerta de salida. Era largo el pasillo para alcanzarla. Sin embargo yo saldría de allí.

Esa tarde esperé a que todos se marcharan. Me demoré, como de costumbre, entre papeles y tareas inacabables.

Sus gritos aún retumbaban en la oficina. La atmósfera gris a causa de su despotismo y grosería perduraban en el recinto. El irrespeto a todo y a todos constituía su práctica cotidiana.

Se acercó con pasos firmes a mi escritorio; me miro con sus ojos envenenados. Esta vez no le di tregua. Transformada en loba endiablada salté sobre su yugular. La sangre liberada salía a borbotones. No logró defenderse de mis garras y colmillos.

Cuando salí, mis labios ensangrentados, aún sonreían; al fin valieron la pena las horas de sobretiempo.

Candela Jiménez

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