viernes, 24 de septiembre de 2010

"Sólo son bellas las cosas que dicta la locura y la razón escribe"
André Gide
Voces de las amigas poetas

En silencio
el corazón se renueva
la vida se aquieta
las violetas crecen

surge lo eterno

la piel ora, ora
para el retorno

Luisa Varela

...En este intento  de saberme
busco en la casa

lo que creo ser está aquí

los abuelos lejanos llaman desde la tierra
Por eso tal vez en todas partes
los tapetes
las alfombras

quizás para volar
o enredarme en ellas y tocar lo firme

en mis ventanas hay mucha luz
algunas plantas
dos pájaros que vienen cada mañana
con mucha prisa
y uno de colores que canta en la pared
pocos amigos
casi sola
con el silencio
y lo blanco

Miriam Kasen


Barrer

Continúa barriendo
cuando me voy.

En la cocina
un arroz calladito.

Tiene en los ojos
color de chimó.

Guacharacas en la voz

Escoba en mano
recuerda a su marido
habla de los hijos
y su insomnio.

Formula una pregunta
Se aleja...

Yo también iré
dentro de un rato
hacia la noche.

Reina Varela

miércoles, 22 de septiembre de 2010

"No hay página en blanco

sólo escritura y miedo

resonancias"


Lyda Franco Farías
(1943-2004)
"Soy la mujer que piensa
algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas"

Gioconda Belli
Escritora nicaraguense
¿Quién era Carlos Martel?


A la enamorada silenciosa



Aquella tarde fue imposible reconocer esa voz que se despedía amorosamente de la persona que parecía haber olvidado. Fue un susurro, una dulzura inconcebible que brotaba de su boca. Yo la veía como a una desconocida. Me senté a su lado e intenté comprender y escuchar aquellas confidencias que en la penumbra del puerto caían como gotas de una llovizna antigua. El sonido del oleaje se confundía con las palabras y las emociones de esa extraña mujer, adolorida de pronto, por perder el amor que ya se le había escapado treinta años atrás. En realidad no hablaba conmigo, ni con nadie en particular que estuviese presente, sólo hablaba, como hacemos a menudo, con el que ya había partido.

La escuché en su largo monólogo, en el que con sorpresa de sí misma, se atrevía a confesarse y en el que abría su ser ante el ya ausente

- Ahora que lo pienso con calma reconozco tu presencia constante, aún en mis más graves soledades, en esas que están llenas de vacío. Tal vez por eso, en el fondo, no me sorprendió tanto tu regreso, cómo puede volver quien no se ha ido. Caminas hacía mí, con esos pasos inconfundibles, mientras los otros te despiden con los rituales ancestrales con los que decimos adiós a quienes parten para siempre.

Su voz entonaba un rosario de palabras guardadas que de pronto se desgranaban, una tras otras, sin el dique que, en otros tiempos, les había impedido salir. Eran como una ofrenda, un homenaje, más que al hombre, al sentimiento que alguna vez les había unido y que era desconocido para todos.

Ella decía mientras rearmaba los pedazos de rompecabezas extraviados:

- Han sido siglos con este amor a cuestas, un amor relamido, saboreado, degustado con infinitas ternuras y placeres. Un afecto construido con fragmentos de encuentros y de muchos sueños. Con tiempo para descubrirnos, en nuestras más temidas profundidades, de reconocernos en esa fragilidad que somos. Hemos sido cómplices de las desventuras vividas, en los días, en que alejados el uno del otro, fracasos y equivocaciones nos han derrumbado. En estas horas nos perdonamos errores y, tal vez, hasta sabríamos reírnos de las locuras cometidas. Imposible desdibujar imágenes y ensueños.


- Hace mucho dejamos de ser los enamorados, que algún día intentamos, cuando nuestros jóvenes y apresurados cuerpos indagaban, con avidez, los primeros signos del código de las pasiones universales. De aquellos años quedaron grabadas huellas que aún percibo claramente en olores, sabores, texturas, anécdotas que te hacen único en mi alma, debo decir, también quizás, en mi cuerpo.

-Tu presencia reaparece y puedo notar de qué manera sigues vivo con la audacia de tus veinte años. Sin embargo, lo mueves todo cuando vienes a mí, sacudes mis tranquilidades ¿Cómo permitir que irrumpas en mi mundo sin desbaratarlo? Ya todos los abrazos han sido entregados, como tesoros bien cuidados, los guardo al lado de los besos y las caricias, de las palabras y las miradas, bien planchaditos y almidonados en un lugar en el que no entran las polillas, donde nadie vendrá a curiosear y menos a desordenar este inventario de susurros y apegos. Por eso, con frecuencia, cierro las puertas con aldabas y candados al escuchar tus pasos, por eso huyo aterrorizada de tu cercanía, por eso desoigo tus llamadas y me escondo detrás de mi armadura impenetrable.

La tristeza lo invade todo y la voz de la mujer prosigue su letanía, mientras su mirada se pierde en el infinito de la noche que acudió despacio sin que la escucháramos venir. Confesándose, ante quien no logro ver, la oigo decir:

- La vida la hacemos con esos retazos de existencia que protegemos, ese mundo lleno de historias, sonrisas, sonidos, olores que han tejido emociones y pensamientos. Con la sabiduría acumulada en mis ochenta años de vivir como quiero, con la rebeldía tatuada en los surcos de mi piel, te propongo que sigamos encontrándonos en las noches de fuego, en las que, con la lentitud sabia de los amantes clandestinos, en el silencio de voces y en penumbra, enhebramos placeres infinitos. Descalza, sin atuendo y sin corazas, siempre vuelvo para amar tus veinte años y la plenitud de los volcanes, con la que vencemos al tiempo y la cordura. Me sorprendes ahora con tu muerte y se tambalea, una vez más, mi existencia. Sólo al ver partir tu cuerpo me atrevo a llorar tu ausencia de todos estos años. Digo – “Adiós amor mío” y en realidad digo: gracias por volver! te he extrañado! Evoco, ya sin temor, al Carlos Martel de mi juventud, al que siempre seguí amando aún en su total desaparición.

Ella se descubría ante mis ojos con esas frases amorosas nunca dichas. Mostraba un amor siempre oculto y lloraba a quien no conocimos. Preferí dejarla sola con sus fantasmas, caminé en silencio, ella ni siquiera notó mi ausencia, realmente creo que tampoco había percibido mi presencia. Seguí el hilo de mis inquietudes y dudas mientras en la distancia ella se iba haciendo cada vez más pequeña. Arropada en la noche fría con un centenar de interrogantes pensé: -Tal vez logre descubrir algún día quién fue su Carlos Martel de estas historias secretas.
Marisela Fuentes
Julio 2010
Hijas de Diosas. Reflexiones de un breve viaje a Egipto

Las vi bajar la mirada en las calles que transité. A otra, obedecer, con sumisión y temor, a un hombre extraño que cerca de ella pasaba. Pude verlas hacerse invisibles a todos, palpé miedos y resignación. Pero también percibí corajes ancestrales y rebeldías ocultas.

Un rumor se escucha entre las sombras “no me silencies con tus silencios de piedra, no insistas en apagar mis alegrías y pensamientos con tus descalificaciones e irrespetos. No pretendas que me anule, que deje de existir, en mi existencia propia, para solo ser una sombra que satisfaga tus demandas y caprichos”

La belleza del Nilo y sus diversos paisajes, el poder de las pirámides, los jeroglíficos y el arte de otros tiempos no me cegó, ni me impidió ver la mujer que pervive en su silencio y hastío. Impotente, como la mujer de tantas regiones del mundo, como las de mi mundo.

En la cara de los hombres, hasta en las de los más pobres, se veía la altivez de los que tienen el control, de quienes son dueños de otros. Son aún los que deciden el destino y la cotidianidad de las mujeres.

El Egipto de Isis y de Cleopatra. El territorio de diosas de diosas y reinas de reinas. El Egipto como cuna de la cultura, no se me mostraba en ese breve recorrido. La historia de glorias solo se erguía en murallas y templos, pirámides y catacumbas. Eran solo restos de parte de una historia, la historia de faraones, y, esas heroicidades y logros de aquellos que poseían el dominio, no dejaban ni destellos de lo que habían sido, en los transeúntes que, indiferentes y olvidados, proseguían sus vidas ordinarias. Ni siquiera el guía las contó con alguna pasión o entusiasmo, solo recitaba con cansancio y aburrimiento lo aprendido para trabajar con los extranjeros.

Yo andaba, en esos días, las rutas de quienes siempre han estado lejos del poder. Me topaba, en plazas y mercados, con el reflejo de rostros, que tras sus vestidos y velos, ocultas y misteriosas, temerosas y curiosas de mí, como yo de ellas, me sonreían, con dulzura, con sus ojos asombrados, llenos de preguntas.

Como ante espejos, nos miramos y nos reconocimos la una en la otra. Llenas de interrogantes, Similares, refugiadas, sin tierras ni fortunas y con la brújula tantas veces extraviada. Somos mujeres, en cada rincón, buscando la salida de ese laberinto infinito de creencias e imposiciones, que nos hace sentir tan solas!

La barrera del idioma y la cultura nos impidió hablarnos con palabras en aquellos callejones de mercados, llenos de empujones, de gente, de polvo, de manos, de frutas, olores y animales. Sólo nos comunicamos con las miradas y aquellas sonrisas furtivas, siempre violentadas por los hombres egipcios y sus regaños, que espantaban encuentros, en lugar de espantar aquellas moscas que, a todos perseguían, en medio de los cajones de sobrantes, de polvo y de basura de los mercaderes.

Hombres con sus gritos, ocupados siempre en vender algo, en tocar a la mujer occidental, a quien juzgan “ligera” y de apabullar a la egipcia , quien obedece con sus “virtudes” y “sumisión”

Busqué las palabras de las mujeres, de ese país de leyendas, en la literatura de las escritoras egipcias. Allí escuché hablar a sus personajes diversos y encontré quejas parecidas a las de estos territorios más cercanos.

Sus voces y sus reclamos son los mismos que los de occidente. Las mujeres, de todos los continentes, somos víctimas de los mismos males, y las más pobres, por partida doble y triple.

“No estaba destinada a ver cumplir mis esperanzas. Pese a mis esfuerzos y a los sacrificios que había hecho, como una soñadora embaucada por una causa, seguía siendo una pobre empleada insignificante. Mi virtud, como la virtud de todas las personas pobres, jamás se consideraría una cualidad ni un mérito, sino más bien una prueba de estupidez o pobreza de espíritu, más menospreciada aún que la depravación o el vicio”. P98. Mujer en punto cero.

Firdaus, el personaje femenino, de Nawal al sadawi, en su novela titulada Mujer en punto cero, me dejó desolada con la narración de su vida. Los episodios crueles que surcaron su existencia, detonaban en mi, pensamientos terribles y dolorosos. Frustración e impotencia. Una mujer real, conocida en la cárcel de mujeres, inspiro a la autora este personaje, que nos ubica en la miseria de tantos seres.

Ese era el panorama que encontraba, en los pueblos y ciudades visitados en aquel viaje; la pobreza abrazada por el polvo, marcando los rostros de la gente y su vida; tal vez por eso regresé tan desencantada y triste de Egipto, me traje el dolor de todas esas personas en mi piel.

El hermoso paisaje del Nilo solo acrecentaba mi nostalgia y desengaño. Imaginaba a Sherezada, y a tantas otras, contando historias para salvarse. Porque ella, como nosotras, procuramos contarnos ilusiones para sobrevivir.

Con la escritura y la palabra las mujeres hemos logrado visibilizar nuestro mundo, pensarnos, mostrarnos, redimirnos y reconstruirnos. Tal vez por eso nuestro poeta dijo “me gustas cuando callas porque pareces ausente”, me pregunto si nos quieren ausentes, sin alma, sin presencia en el mundo, como seres inertes e inanimados que sirvan bien a sus requerimientos.

Pensaba y buscaba, mientras recorría aquellos mercados y callejuelas, un acercamiento que me permitiera conocer a la mujer árabe. La curiosidad por atrapar algo de una cultura ajena e ignota me movía. Era un sentimiento reciproco, lo leía en sus miradas. Deseaba encontrar la altivez de Cleopatra y su coraje en todas ellas, o la encarnación de Isis y sus valentías de diosa maga, diosa madre, diosa de las diosas? Qué buscaba realmente en ese viaje por la historia? (Nadie llega buscando los descendientes de los miles de esclavos que murieron construyendo pirámides y templos)

Acaso intentaba recuperar a las sabias y hechiceras que ocultaron en las líneas de los libros y tratados. Silenciadas, innombradas y que, extraviaron sus hazañas, porque no lograron que llegaran a sus herederas? O ver a las jóvenes rebeldes, imposibles de ver quizá, por estar escondidas en apariencias de aceptación?

Seguro que las aulas de las universidades estaría repletas de ellas, entre las docentes y discípulas, en los espacios de esas minorías inconformes, que transforman los mundos y a los que no llevan a pasear a los turistas.

En la biblioteca de Alejandría, allí si nos llevaron, las pude ver a lo lejos. Mujeres ilustradas, Sabias, ocultas en un negro cerrado. Cubierto su rostro y sus manos de negro, mirando por aquellas rejillas, que lastiman pronto, a sus ojos lectores.

Allí estaban sentadas, trabajando en muchas mesas, concentradas sobre libros y papeles. Escribiendo, leyendo, estudiando, investigando. Ataviadas con sus burkas negras, encerradas con capas de telas. Sentí un respiro al ver que podían tomar esos espacios de creación.

Qué piensan? quiénes son? Cómo logran sobrevivir, sepultadas tras tanto trapo negro, esos seres inteligentes que tal vez han de fingir ante sus guardianes de celdas?

Ocultas de si, de ellos, para, algún día, volar, escapar. Alguna vez en libertad, zafarse de esas creencias que las encierran y castran. Pero, como sabemos bien, no son solo ellas los seres atrapados por la red de los prejuicios y creencias. Con absoluta claridad lo señala Nawal al sadawi cuando nos habla del velo de la mente como la mutilación más violenta que condiciona a cada ser.

Por eso no pude ver las bellezas que cuentan de Egipto, las que encontré en los Museos de otros países y me maravillaron, las que estudie en mis clases de arte y me apasionaron. El destello de la pobreza me impidió disfrutar de lo aparente, de lo que brilla para los turistas que navegan con fiestas sobre las aguas del Nilo.

La poca evidencia, de aquella civilización admirada por todos, que allí dejaron los ladrones de arte, quedaba empequeñecida ante mis ojos rebeldes y ante las duras realidades que, como sombras, vagaban a nuestro rededor.

Firdaus continuaba sus reflexiones y su voz adolorida llegaba hasta mí, mientas absorta, en alguna noche, veía el Nilo y sus reflejos

“Era media noche y el silencio reinaba en las calles. Una suave brisa soplaba invitadora desde el Nilo. Estuve paseando junto al rio, disfrutando de la tranquilidad de la noche. Ya no sentía ningún dolor. Todo parecía impregnado de paz a mí alrededor. La dulce brisa que me acariciaba la cara, las calles vacías y las hileras de ventanas y puertas cerradas, el sentimiento de ser rechazada por los demás y la conciencia de poder rechazarlos a mi vez, el distanciamiento de todo, hasta de la tierra y del cielo y de los árboles. Me sentía como si caminase a través de un mundo encantado al cual no pertenecía. Como una mujer libre de hacer lo que quisiera y libre de no hacerlo. Una mujer capaz de experimentar el raro placer de no estar vinculada a nadie, de haber roto con todo, de haber cortado todos los lazos con el mundo circundante, de ser plenamente independiente y de vivir a fondo su independencia, de gozar de la libertad de no estar atada a un hombre, al matrimonio ni al amor; el placer de estar al margen de todas las limitaciones basadas en normas y en leyes, asociadas a una época o al universo” p99

Cómo jugar a ser Cleopatra en un crucero del Corte Inglés por el Nilo, cuando veo en sus orillas a todas las esclavas abatidas? Cuando la esclava que llevo por dentro, cargada de una herencia cultural de siglos de sumisión, pelea consigo misma para liberarse de tantas limitaciones y barreras.

Ahora escucho la voz de Nawal al sadawi y de muchas otras escritoras árabes y comprendo mi rabia de aquellos días y el vacío que me dejaron las calles y los monumentos. Comprendo las lágrimas de Isis y de todas las diosas y mujeres árabes.

Advierto mi confusión e impotencia durante ese correr de un sitio a otro, en medio de esfinges y palacios, murallas y pinturas, bazares y recuerdos de viaje, sin lograr comunicarme ni comprender. Paralizada y triste ante los misterios de un mundo lleno de contradicciones. El reflejo evidente de todos los países con sus mismos males.

Egipto no me permitió conocerlo y en la brevedad del encuentro hallé un relato distinto al ofrecido.

Es imposible, en un primer acercamiento, conocer una cultura y a sus pobladores, sus tradiciones y luchas. No lo pretendía. Intento, nada más, responderme el por qué no llegué cantando las maravillas que dicen todos al volver de esta efímera aventura de falúas y leyendas.

Hurgaré más profundamente su realidad, en la literatura y en el arte, donde tal vez los susurros de sus creadoras me narren los verdaderos cuentos de su gente y sus usanzas y sobre todo de las batallas libradas y por librar.

Con las mismas esperanzas, que abrigaron en el alma de Firdaus una tarde de optimismo, hemos de soñar que todas hablemos así para siempre:

“A partir de aquel día, dejé de bajar la cabeza y de desviar la mirada. Empecé a caminar por la calle con la frente bien alta y los ojos mirando al frente…

(…)

Mis pisadas golpeaban con fuerza el oscuro asfalto de la calle, con un nuevo entusiasmo, parecido al entusiasmo de un niño que acaba de desmontar un juguete y ha descubierto el secreto de su funcionamiento” p78

Así nos sentiremos, porque lograremos descubrirnos, ver nuestra fuerza y valor mientras construimos ese sueño de humanidad que nos salve a todos.

Quería contar mis sensaciones del viaje a Egipto, y en realidad, junto con esa corta aventura y las reflexiones que me produjo, he contado otros andares de mi pensamiento.

Marisela Fuentes Vera