martes, 8 de junio de 2010

Crónicas de fuga


“En breve espacio mucho ha concluido”

Holderlin

Esa mañana, ella me avisó, sobre el encuentro impostergable. No fue a través de un sueño, no puedo afirmar que hubiera sentido una premonición. Fue tan sólo una leve certidumbre. La intuición me lanza con frecuencia esas señales, directas, claras, algunas hirientes y dolorosas, como las de ese día.

Recibí su mensaje desde muy temprano. Lo viví como una sensación incomoda de desasosiego. Logré desayunar, con una tristeza, que me tomaba por completo. Procuré doblegar cualquier posibilidad de temor. Sin embargo, logro recordar, que la racionalidad estaba ausente. Me bañé y vestí mecánicamente. Lo hice con rapidez. Sólo pensé -mejor voy con ropa adecuada, necesitaré estar ágil, poder moverme sin limitaciones.

Me sentía como una sombra extraviada, como un ser inerte que obedecía órdenes de algún lugar desconocido. Asistí a la cita. Intentar huir habría sido inútil. Salí resignada hacía el lugar del cual era llamada. Visiones dantescas me acompañaban. Silencié miedos. Simplemente acudí a buscarle.

Ella tenía toda la escena preparada. En realidad actuó sin esperarme. Todo sucedió sin que yo pudiera torcer el curso de la historia. Creo que ella no quería testigos, el destino ya estaba trazado, era el final de una larga relación. Nada podía hacer para cambiar este último capítulo.

En el combate, que me proponía, ya estaba escrita la derrota. Durante los primeros minutos, de aquel temido encuentro, me derrumbó la sorpresiva imagen que me recibía, una mueca terrible me contaba lo sucedido, detenida, sin saber qué hacer, hube que vencerme a mí misma primero, para poder actuar.

Ella, en cambio, me retó con crueldad. Emergía, desde aquellos ojos que ya no miraban, estaba presente en el gris acuoso de esa mirada perdida de su reciente víctima. La muerte se alzó sobre mí desde ese cuerpo caído, aguerrida y violenta, cumplió su tarea.

El reflejo de su rostro triunfante perturba mis días y mis noches, arrinconada y vencida me pierdo en interminables pesadillas, donde demonios y espectros celebran victorias. La mortalidad es una sentencia que recuerda fragilidades, La muerte suele llegar, sin demora a la hora fijada.

Él ha muerto tranquilo y en silencio, ha vencido tormentas infinitas. Ahora, desde una sonrisa recién conquistada, canta las bondades de la muerte e intenta calmar nuestras tristezas.

Un libro cae de mi estantería, desde su portada gastada, Felix Grande nos dice: - Lugar siniestro este mundo caballeros.

Marisela Fuentes
Mayo 2010

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